San Felipe, Gto. 21 de enero de 2025.- Desde las profundas raíces de una familia dedicada al magisterio en San Felipe, Guanajuato, María de Fátima Rincón Luna, Supervisora de la Zona 560 de Telesecundarias, encontró en la enseñanza no solo una vocación, sino su propósito de vida.

Su destacada trayectoria es un testimonio inspirador de cómo el amor por la educación puede impactar y transformar comunidades enteras, al emprender acciones que reflejan un compromiso inquebrantable, una resiliencia admirable y una pasión genuina por marcar una diferencia positiva en la vida de sus estudiantes y colegas.

María de Fátima creció rodeada de pizarras y libros, desde niña, acompañaba a su madre en clases para adultos que impartía en el patio de su casa. “Recuerdo sus manos pacientes sosteniendo las de quienes apenas aprendían a escribir su nombre. Esa chispa de alegría en los ojos de las y los alumnos cuando lograban leer una palabra por primera vez, fue lo que plantó en mí el amor por esta profesión”, rememora.

En 1995, inició su carrera como profesora en una escuela primaria rural multigrado. En un salón pequeño, con recursos limitados y muchas ilusiones, enseñaba a niños de tercero y cuarto grado. La maestra Fátima admite que la escuela fue como una segunda casa para las y los estudiantes; ya que ahí no solo aprendían a leer y escribir, también encontraban un lugar seguro donde sentirse valorados. Aquellos primeros años le enseñaron que la educación va mucho más allá de los libros: es una herramienta para construir esperanza.

Su primer gran desafío llegó en 1999, cuando le asignaron la dirección de una escuela secundaria. “Era la más joven, con poca experiencia y llena de nervios”, admite; sin embargo, su pasión y determinación la llevaron a formar un equipo de trabajo unido y comprometido, ahí aprendió que liderar no es imponer, sino inspirar y acompañar.

Antes de asumir el rol de Supervisora Escolar, María de Fátima desempeñó la función de Apoyo Técnico Pedagógico durante tres ciclos escolares. “Fue una etapa que marcó mi vida profesional. Pude conocer el funcionamiento integral de las escuelas y participar en entornos de gestión a nivel municipal y regional. Gracias al esfuerzo colectivo, fuimos reconocidos a nivel estatal por nuestro trabajo de apoyo, seguimiento y evaluación, logrando que el 85% de las escuelas de la zona participaran en el Programa Escuelas de Calidad”, compartió con orgullo.

Con el deseo de vivir de cerca la implementación de nuevos planes de estudio, decidió regresar al aula. “En la Telesecundaria 751 y después en la 512, descubrí el potencial de los programas como Habilidades Digitales para Todos, fue un cambio radical en mi forma de enseñar. Ver a niñas y niños explorar y aprender con herramientas tecnológicas me mostró que el límite está en la mente y las oportunidades que generemos para ellos”, relata emocionada.

En el transcurso de su carrera, María de Fátima enfrentó situaciones adversas que pusieron a prueba su liderazgo. En una de las escuelas donde trabajó, las condiciones eran precarias, aulas con vidrios rotos, mobiliario en mal estado y sanitarios inutilizables. Comenta que el primer día que vio la escuela sintió un nudo en la garganta, pero al mirar a los estudiantes entendió que valía la pena cada esfuerzo. “Ellos necesitaban más que un edificio; necesitaban alguien que creyera en ellos”, explica.

Su enfoque siempre ha sido el crear espacios dignos para aprender y en trabajar de la mano con las comunidades. “Recuerdo a don Manuel, un padre de familia que todos los días llegaba con sus herramientas para ayudarnos a reparar los salones. Su generosidad me recordaba que no estaba sola en esta misión”.

En 2015, María de Fátima llegó a la Supervisión Escolar de la Zona 560, una zona conocida por su lejanía y diversidad; enseñándole que el liderazgo verdadero es estar presente. “No se trata solo de dar instrucciones, sino de escuchar, guiar y ser ejemplo”, reflexiona. Desde su llegada, ha trabajado incansablemente para mejorar las condiciones de las escuelas, formar a nuevos docentes y fortalecer el sentido de comunidad.

Durante la pandemia, su compromiso se hizo más evidente, ya que considera que recuperar a estudiantes después de tanto tiempo lejos de las aulas fue uno de los mayores retos, pero también fue una oportunidad para recordarles que la escuela es un lugar donde los sueños empiezan a construirse.

María de Fátima no solo ha transformado escuelas; ha tocado vidas… Sus estudiantes, colegas y comunidades la ven como una guía que inspira con su ejemplo. Su compromiso con la educación se ha mantenido inquebrantable a lo largo de los años, demostrando que los verdaderos líderes no solo gestionan, sino que inspiran y transforman.

Con una visión clara y decidida, María de Fátima se dedica a construir un futuro más justo y lleno de oportunidades para todas y todos los estudiantes de la región norte del estado. Su amor por la enseñanza, combinado con su capacidad de liderazgo, la impulsa a seguir aprendiendo, innovando y liderando proyectos que marcan la diferencia. Su historia no solo es un testimonio de resiliencia y pasión, sino también una invitación para creer en el poder transformador de la educación.

La trayectoria de María de Fátima Rincón Luna es un recordatorio de que, con esfuerzo, visión y compromiso, es posible cambiar realidades y sembrar esperanza en cada aula. A través de su labor incansable, demuestra que el futuro de las y los alumnos puede ser más amable y lleno de posibilidades cuando cada educador lidera con el corazón y la mente puesta en el bienestar colectivo.

Conoce su testimonio en el siguiente enlace: https://www.facebook.com/educaciongente/videos/9135783176460076